"No quiero exagerar: leer cuentos y novelas no nos hace por fuerza mejores personas, pero estoy convencido de que quien no lee cuentos y novelas –y quien no persigue las distintas variedades de la ficción– tiene menos posibilidades de comprender el mundo, de comprender a los demás y de comprenderse a sí mismo".
Jorge Volpi.
La llave mágica
Martín
era un niño que ya se había hecho tan mayor, que aquel cumpleaños su padre le
regaló un libro ¡sin dibujos! El pobre niño quedó un poco decepcionado, pero al
notarlo su padre le dijo:
-
Este no es un libro cualquiera hijo, es un libro mágico. Pero para descubrir su
magia, tendrás que leerlo.
Eso
estaba mejor, porque a Martín le gustaban todas las cosas mágicas, así que
empezó a leer el libro, aunque no tenía muchas ganas. A la mañana siguiente, su
padre le preguntó:
-
¿Has encontrado ya la llave mágica?
¡Así
que tenía una llave!. Martín corrió a hojear el libro buscándola, pero no había
ni rastro. Volvió muy contrariado, pero su padre le advirtió:
-
Así no la encontrarás. Tienes que leer el libro.
Pero
Martín no tuvo mucha paciencia, y dejó de leer, pensando que su padre le había
engañado para hacerle leer un poco más, como le había estado diciendo el
profesor.
Poco después, su hermana Ángela, sólo un poco menor que él, le pidió el libro para tratar de leerlo ella. Tras varios días esforzándose por leerlo sin demasiado resultado, apareció en el salón gritando loca de contenta:
Poco después, su hermana Ángela, sólo un poco menor que él, le pidió el libro para tratar de leerlo ella. Tras varios días esforzándose por leerlo sin demasiado resultado, apareció en el salón gritando loca de contenta:
-
¡La he encontrado, he encontrado la llave del libro mágico! -y entonces no paró
de hablar de los mundos y lugares que había visitado con aquella llave.
Aquello
terminó por convencer a Martín para volver a leer el libro. Al principio era un
rollo, ni un triste dibujo, pero poco a poco la historia se fue animando,
empezó a interesarse por la vida de aquel príncipe aventurero, y cuando quiso
darse cuenta, allí estaba. Era el propio libro el que tenía a sus ojos forma de
llave, y era verdad que en cuanto lo abría, se sentía transportado a los valles
y mares del libro, y vivía las aventuras de sus piratas, príncipes y hechiceros
como si fuera él mismo. Y su cabeza y sus sueños se llenaban de aventuras a la
primera oportunidad.
Pero
lo más especial de aquella historia, fue que a partir de entonces, en cada
nuevo libro veía una nueva llave a mil mundos y aventuras, y ya nunca dejó de
viajar y viajar a través de las letras y las palabras.
(por Pedro Pablo Sacristán en cuentosparadormir.com )