Si la sociedad ha cambiado vertiginosamente en los últimos años, y la escuela, como servicio público, tiene encomendada la función de formar y socializar a los individuos, ésta ha de cambiar para ajustar su respuesta a las nuevas necesidades formativas.
Aunque los profesores tenemos la responsabilidad, en nuestro ámbito de actuación, de tomar las decisiones sobre el qué, el cómo, el cuándo y el para qué enseñar y evaluar, al ejercer esta función, no debemos olvidar el derecho de los alumnos a formarse en el desarrollo de capacidades y destrezas clave, entre las que destacamos las TIC, los conocimientos científicos y el dominio de lenguas extranjeras.
La educación tendrá verdadera calidad cuando contribuya a formar ciudadanos que tengan personalidad propia y que sean capaces de enfrentarse a las difíciles circunstancias de un mundo global y cambiante, plagado de información dirigida a manipularnos en función de intereses, en muchos casos poco confesables.
Para que, en este contexto, los ordenadores jueguen el papel que les corresponde, es necesario integrarlos en el aula de acuerdo a algunos principios educativos como la inclusión y la equidad, el principio de formación, el de aprendizaje y el de utilidad.
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